El inicio del mundo

El inicio de este universo, como ha sido con todos, empieza en la nada. La nada estaba sola, en el vacío, y así fue durante incontables años. 

Entonces, sin previo aviso, la Nada se dio cuenta de que estaba sola, y lo lamentó. Así se creó un tercio del mundo. Luego, la Nada se dio cuenta de que deseaba un compañero. Así se creó otro tercio. Finalmente la Nada se dio cuenta de sus debilidades y creó el mundo, y se arrepintió, deseando deshacer lo que había hecho. El arrepentimiento de la Nada completó el mundo y lo hizo pleno.

Cuando la Nada habló el universo se hizo. A principio, la materia era como un huevo cuya cáscara dura se hubiera roto y mezclado con la delicada yema. 
Lo delicado se separó de lo duro y ascendió mientras el resto descendía. Ascendió aún más, y se convirtió en el cielo y las nubes. 
La materia dura cayó más y más hondo, no formando nada excepto el caos informe de una medusa. Y así fue durante muchos, muchos años.

Los Tres Pecados cometidos por la Nada son lo que formulan la fundación básica de las creencias de Rokugan. Los tres pecados (miedo, deseo y arrepentimiento) envenenan la mente y le impiden actuar con seguridad. Cuando los tres pecados se dibujan en los templos proporcionan cuencos con piedras para que los que los visitan puedan lanzar las rocas a las imágenes antes de partir.

El Sol y la Luna

Con la creación de los Cielos vino la creación de los Tres Dioses Cuyos Nombres No Pueden .Ser Pronunciados. Reconocieron la necesidad de dar forma a la tierra bajo ellos, y juntos crearon a un hombre ya una mujer jóvenes para que le dieran forma y estructura. 
Para crear al hombre ya la mujer usaron sus nombres, y es por eso que ya no podremos pronunciarlos nunca más.

El hombre y la mujer nacieron en el Cielo y miraron hacia abajo, hacia la tierra informe, viendo la necesidad de darle forma. Descendieron en un arco iris y se dieron cuenta de que era como una medusa. 
El hombre y la mujer se preguntaron cómo darle forma, y se dieron cuenta de que la única forma de conseguirlo era darle nombre. 
Meditaron largamente sobre el nombre que darían al mundo, y cuando estuvieron listos besaron la tierra informe y susurraron su nombre. 
Mientras éste era pronunciado también lo fueron los suyos propios. La mujer se convirtió en Amateratsu, el Sol, y el hombre se convirtió en Onnotangu, la Luna.


Juntos flotaron por el cielo y sobre la recién nombrada tierra mientras ésta tomaba forma. La tierra se separó del mar y del suelo fértil crecieron las plantas. 
En los cálidos océanos los peces tomaron sus múltiples formas. En los Cielos empezaron a crearse las Fortunas, nacidas de los sueños de las criaturas que dormían más abajo. La Luna y el Sol giraron en torno al mundo una y otra vez hasta que todas las criaturas escogieron su forma. Entonces descansaron y miraron la tierra. Para su sorpresa, algunas de las criaturas empezaron a construir.

El Gran Sueño de las Naga


Estos constructores fueron llamados Naga. Eran capaces de cambiar su aspecto en muchas formas. Practicaban el arte y la guerra igual que los hombres de hoy en día, pero en la era de las Naga no había hombres. 
También adoraban a las Mil Fortunas que bailaban en las estrellas y en las montañas cubiertas de nieve, igual que hacemos nosotros en la actualidad. Reconocían que la mayor de todas las Fortunas era la Diosa del Sol, la que llamamos Amateratsu.


Sabían que llegaría un tiempo en que la Diosa del Sol se echaría a dormir y, por tanto, ellos también. Pero les preocupaba poco, pues su gente se había dedicado a la contemplación silenciosa, satisfecha con la creencia de que su civilización sobreviviría a cualquier catástrofe que pudiera sobrevenir. Eran orgullosos e infantiles, y esa fue su perdición. 

Desde el principio el Señor Luna había perseguido a la Dama Sol por todo el mundo. Un día la atrapó, y mientras su luz se desvanecía las Naga cayeron, una por una, en un profundo sueño. El Gran Sueño llegó, y la Era del Hombre sustituyó a la Era de las Naga.

Hijos del Sol y la Luna

Muchos meses después Dama Sol dio a luz a nueve hijos: Hida, Doji, Togashi, Akodo, Shiba, Bayushi, Shinjo, Fu Leng y Hantei. El Señor Luna supo que cualquier niño que llevara en sus venas los elementos del Sol y la Luna crecería para ser mayor que él. Por ello, a pesar de las protestas de Dama Sol, engulló a los niños uno por uno.

Dama Sol tuvo que pensar con rapidez. Mientras Señor Luna engullía al primer niño dijo, «Mi señor, ciertamente has de estar sediento tras semejante comida», y le ofreció una taza de sake. Señor Luna le dio las gracias y la apuró. Después de cada niño ella repitió su oferta y él la aceptó, sin saber que en cada taza había una gota de veneno nadando en el sake. 
Cuando cada niño iba a parar al estómago de Señor Luna, conforme los devoraba, se vertían incontables lágrimas de Dama Sol. 

A medida que caían lejos de los Cielos hacia la Tierra se mezclaron con la materia del aire y del viento. 
Finalmente, las lágrimas del Sol tocaron la Tierra, y allí donde cayeron permanecen, silenciosas y dormidas. 
Pronto, Onnotangu quedó tan borracho y obnubilado que no se dio cuenta de que ella había reemplazado al último pequeño, Hantei, por una roca. 
Señor Luna cayó en un profundo sueño y, mientras dormía, Amateratsu se llevó a Hantei y lo ocultó. 

Dama Sol explicó a su hijo que debía rescatar a sus hermanos y hermanas. Le entrenó en las artes del combate, preparándolo para el momento en que su padre despertara. Se dice que pasaron muchos años, y también se dice que pasaron muchos siglos. cuando Señor Luna despertó encontró a Dama Sol y al joven Hantei esperándolo. 

La batalla que tuvo lugar fue grande; al fin, Hantei abrió el vientre de su padre y los niños y sus entrañas cayeron a la tierra. Onnotangu intentó en el último mo­mento aferrar a los niños, pero sólo atrapó al pequeño Fu Leng. 
Hantei cortó entonces la mano de su padre, rompiendo su presa y haciendo que Fu Leng (y la mano amputada de su padre) siguieran a sus hermanos y hermanas en su caída. Pero mientras Fu Leng caía consiguió en el último momento aferrar a Hantei, arrastrando a su hermano hacia abajo.

La sangre de la Luna cayó a la tierra, encontrándose con los charcos informes que las lágrimas de Dama Sol habían creado. Allí dónde se unieron la sangre y las lágrimas se mezclaron, formándose un hombre y una mujer de cada uno de los miles de charcos.

Fu Leng cayó lejos de sus hermanos y hermanas, hasta el Jigoku. Atrapado bajo tierra luchó por alcanzar la superficie, pero ya no era el mismo. Los muchos meses enterrado le habían otorgado un oscuro conocimiento que envenenó su cuerpo y su mente, corrompiéndole en una burla retor­cida de lo que fuera una vez. Cuando logró salir a través de una profunda grieta que pudo abrir en el lejano oeste, se había corrompido hasta lo que es hoy. 

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