Luciérnagas

En Japón, en la antigüedad, se decía que las almas de los guerreros samurái muertos durante la batalla se convertían en luciérnagas.
 
Quizás sea ese el motivo por el que los nombres de las variedades de luciérnagas genji y heike proceden de los nombres de los dos clanes de samuráis que se enfrentaron en el siglo XII en las conocidas como Guerras Genpei.
El hecho de que la variedad de luciérnaga más grande reciba el nombre de «genji» posiblemente fuera elegido en honor al clan que salió victorioso de las contiendas.
 
La metáfora de que las luciérnagas son espíritus de samuráis muertos en combate podría haber inspirado a Akiyuki Nosaka a escribir su famoso cuento «La Tumba de las Luciérnagas». Un cuento adaptado posteriormente para la película de animación del mismo título de Studio Ghibli, dirigida por Isao Takahata.
 
Gracias a la literatura clásica japonesa sabemos que en la antigüedad la burguesía tenía la costumbre de salir al campo las noches de verano a atrapar luciérnagas cerca de los ríos. 
 
Esta tradición recibía el nombre de «hotarugari» (蛍狩り). Era una costumbre considerada tan bella como el hanami (contemplación de las flores de cerezo) o el tsukimi (contemplación de la primera luna llena del otoño). 
La caza de luciérnagas se realizaba con abanicos y cajas de madera. Existen numerosos grabados ukiyo-e del período Edo que reflejan esta costumbre. Actualmente atrapar luciérnagas es una actividad mal vista puesto que se ha reducido mucho el número de luciérnagas debido a la contaminación.
 

 

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