Nacimiento del Imperio y los samurais
La caída de los Kami
Tan pronto como los hijos del Sol y la Luna tocaron la tierra dejaron
de ser divinos.
Aunque no eran tampoco hombres mortales, ya no eran
dioses.
Miraron a su alrededor y descubrieron los inicios dispersos de
la humanidad, y supieron lo que debían hacer. Los humanos estaban
desnudos y eran ingenuos, como niños recién nacidos, y los Hijos del Sol
y la Luna hicieron este juramento: «Os enseñaremos los caminos del
mundo y os protegeremos de su maldad. Servidnos con humildad y
obediencia y mantendremos nuestra promesa».
Los Hijos del Sol y la Luna, excepto el atrapado Fu Leng, decidieron
realizar un torneo para ver quién de ellos debía gobernar el mundo. Togashi prefirió no participar en el torneo, pues miró a sus
hermanos y hermanas y supo el resultado.
Hubo una competición de velocidad, una de fuerza, una de astucia y muchas otras. La prueba final fue un gran combate.
Hubo una competición de velocidad, una de fuerza, una de astucia y muchas otras. La prueba final fue un gran combate.
El Señor Hida confió en su gran fuerza para guiarle en la batalla, pero fue rápidamente vencido por la rapidez y precisión de los golpes de Shinjo.
La rapidez de Dama Shinjo resultó ser su perdición. El Señor Bayushi utilizó su ímpetu para cogerla con la guardia baja y, con sus trucos y distracciones, derrotarla.
El Señor Shiba, sin embargo, era demasiado astuto para tales engaños. Observó los trucos de Bayushi y sus acciones no se vieron afectadas por las distracciones.
Luego, el Señor Shiba se volvió para enfrentarse a Dama Doji. La esbelta y hermosa mujer retrocedió y esperó a que Shiba golpeara, sabiendo que su hermano aprendería demasiado si observaba sus movimientos. La paciencia de Shiba se agotó; atacó y fue derrotado con rapidez por la técnica de Doji.
Entonces Akodo avanzó. Conocía la táctica de Dama Doji y la usó contra
ella. Finalmente, sólo Akodo y Hantei quedaron en el campo de batalla.
Lucharon con el amor de los hermanos, pero conforme la batalla crecía en
intensidad también lo hacía el temperamento del primero. En un momento
crucial la furia dominó a Akodo. Hantei sintió la rabia de su hermano y
la usó contra él. Fue un descuido el que provocó que Akodo perdiera el
duelo, un error que podría haberle costado la vida. Dado que Hantei
perdonó a Akodo, éste juró a su hermano que él y su familia le
servirían.
Togashi, que observaba la batalla desde la distancia, murmuró: «Cuando caiga el último Akodo también lo hará el último Hantei».
La dinastía Hantei
Al final del torneo se decidió que la dinastía Hantei gobernaría a los demás. Hantei declaró que los Hijos del Sol y la Luna debían construir un Imperio poderoso, uno que mostrara su devoción a su sagrada madre Amateratsu.
Mientras Hantei ocupaba el trono, cada uno de sus hermanos y hermanas viajó a las tierras conocidas, reuniendo a los humanos y creando los Siete Clanes.
Hida formó el Clan del Cangrejo, Doji el de la Grulla, Togashi el Clan del Dragón y Akodo el del León. Shiba formó el Clan del Fénix mientras Bayushi hizo lo mismo con el del Escorpión y Shinjo creó el del Unicornio.
Tradicionalmente, cuando una mujer se casa toma el apellido de su marido. Sin embargo, cuando Dama Doji y Dama Shinjo se casaron sus maridos tomaron el apellido de las Damas para mantener el lazo familiar con la Diosa del sol.
De hecho, es debido a Dama Doji que las mujeres están al cargo de las casas. Ella insistió en encargarse de los asuntos de la casa de su marido mientras él estaba fuera en la guerra y actuando como magistrado en sus tierras.
Durante muchos años Hantei y los Clanes construyeron caminos, palacios y templos, y el Imperio floreció. Sin embargo, un día un ejército de criaturas malvadas y putrefactas atacó estas grandes obras de los Hijos del Sol y la Luna.
Eran las fuerzas de Fu Leng, que había caído lejos de sus hermanos y hermanas. Su dominio de la magia del mundo subterráneo era total. Armado con las criaturas que había invocado de los infiernos bajo la tierra, planeaba destruir el Imperio Esmeralda y reclamar las almas de los hombres mortales para su propia gloria y poder.
El Nuevo Camino
Hantei y los Clanes reunieron un ejército para combatir a los trasgos, ogros y Oni cambia formas de Fu Leng, pero ni la magia ni el acero podían derrotar su brujería maligna. Cada batalla obligaba a Hantei a retroceder.
Finalmente, mientras su ejército harapiento se preparaba para el asalto final en las llanuras de Uichiman, un hombrecillo con la cabeza rapada vestido con una túnica fue a visitar al Emperador Hantei. El hombre se presentó como «Shinsei», que significa «nuevo camino».
Prometió al Emperador que podía derrotar a los ejércitos de Fu Leng, mas Hantei no se sintió impresionado.
Ordenó que echaran al hombrecillo, pero cuando los guardias intentaron tocar a Shinsei los derrotó a todos sin usar un arma. Entonces se volvió al Emperador. «Déjame tomar a siete guerreros para enfrentarme a tu hermano. Con ellos, del tendré los ejércitos que avanzan por tus tierras».
Hantei se sintió intrigado.
Pasó una noche entera interrogando a Shinsei mientras su hermano Shiba anotaba cada palabra.
Las notas de esta conversación, llamadas El Tao de Shinsei, se encuentran aún en la biblioteca del Emperador y en las de todos los Clanes.
Al final de la velada Hantei quedó convencido.
Deseaba enviar a sus hermanos y hermanas, pero el hombrecillo sacudió su cabeza diciendo, «No. Han de ser hombres mortales, pues la fortuna favorece al hombre mortal». Hantei comprendió la sabiduría de estas palabras y envió a un guerrero de cada uno de los Clanes junto a Shinsei. Los llamó samurai, que significa «sirvientes».
Pasaron muchas semanas y los ejércitos de Fu Leng se fortalecieron y ganaron terreno en cada batalla.
Pero un día su poder se desvaneció misteriosamente, y en un momento crucial los ejércitos de Hantei cargaron. Las filas de la oscuridad se rompieron y huyeron. Hantei supo entonces que Shinsei había, de algún modo, cumplido su promesa.
Anticipándose al retorno de los héroes preparó una gran fiesta por su victoria, pero sólo un samurai regresó… Era el samurai Escorpión, portando doce pergaminos y una mano de obsidiana encantada. «Esconde estos pergaminos», dijo, «puesto que fueron la perdición de Fu Leng.»
Tras esto, el samurai Escorpión murió.
El emperador prohibió que se rompieran los sellos de los pergaminos y confió el deber de ocultarlos y protegerlos al Clan Escorpión.
Luego ordenó a los Cangrejo construir una gran muralla entre el Imperio y las tierras oscuras del mundo subterráneo, conocidas como las Tierras Sombrías, para proteger a Rokugan de su maldad.
Los Clanes de la Grulla y del León juraron proteger al Emperador. Doji fue elegida como el primer campeón del emperador, mientras Akodo dirigía los ejércitos en el campo de batalla.
Los Dragón y Fénix escogieron los caminos de la contemplación. Ambos Clanes tomaron el Tao de Shinsei y lo incorporaron a su propio conocimiento de la hechicería.
Por último, el Clan del Unicornio abandonó el Imperio para descubrir qué había más allá de sus fronteras.
Mil Años de Paz
La época llamada los «mil años de paz» solo vio un par de amenazas de lo impío, los sendos alzamientos de Iuchiban (años 499, 510 y 750)
Los Clanes luchaban por el territorio, ganaban influencia política en la corte y construían los cimientos de la filosofía que Shinsei dejó tras de sí.
El Emperador Hantei y sus hermanos y hermanas envejecieron y sus hijos asumieron sus responsabilidades y deberes. Conforme avanzaba el tiempo, cada Clan desarrolló su propio carácter.
En el lapso de mil años la población creció hasta los 30 millones, incluidos dos millones de samurai.
Las fuerzas de los Siete Clanes han crecido y menguado, los límites políticos han sido redibujados y peleados muchas, muchas veces.
Pero algunas cosas nunca cambian, sólo crecen y maduran. Cada Clan ha crecido desde sus inicios, transformándose en una fuerza distintiva. Cada uno es un poder individual con el que tratar.
También se han desarrollado «Clanes Menores», pero ninguno ha sido tan significativo como los Siete Grandes Clanes que nacieron de los Hijos del Sol y la Luna.
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