Samuráis VS tercios
En la segunda mitad del siglo XVI Japón desarrolló un amplio comercio con la isla de Luzón, perteneciente al archipiélago de las Filipinas, y en particular con la provincia de Cagayán.
Los japoneses, que siempre habían deseado extender sus dominios más allá de sus fronteras, favorecieron la intervención de un contingente de grupos de ronin (samuráis sin daimio) y piratas, que desembarcaron en Luzón (1580) y, tras ocupar el puerto, exigieron el pago de tributos a la población local a cambio de su protección.
Cuando el gobernador español de Filipinas, Gonzalo Ronquillo, tuvo noticia de ello, envió inmediatamente una flota de siete barcos liderada por Juan Pablo de Carrión, para devolver la zona al control español y echar a los intrusos japoneses.
Militar experto, Carrión decidió aprovechar en su favor la superioridad de las naves occidentales hundiendo a cañonazos un par de embarcaciones japonesas.
Sorprendidos por el ataque, los japoneses se dieron a la fuga.
Dos años más tarde prepararon una nueva expedición encabezada por Tai Fusa, un aventurero, e integrada por más de mil ronin y piratas que a bordo de doce naves partieron hacia Luzón.
Para hacer frente a esta nueva invasión, Carrión reunió cuarenta soldados y siete embarcaciones: cinco pequeños barcos de apoyo, una nave ligera (San Yusepe) y una carraca (la Capitana).
Mientras cruzaban el cabo Bogueador, los españoles se toparon con un junco japonés y lo asaltaron, aunque estaban en inferioridad numérica.
La diferencia de armamento fue decisiva: las espadas de los guerreros no lograban perforar las corazas de los españoles y, además, las armas de fuego copiadas a los portugueses eran mediocres, por lo que no pudieron resistirse al asalto.
Carrión continuó por el río Cagayán hasta encontrarse con el grueso de la flotilla de Tai Fusa, compuesta por dieciocho juncos.
El comandante español ordenó abrir fuego de inmediato contra las naves enemigas, sembrando el pánico entre los japoneses.
Aprovechando la desbandada hizo desembarcar a los soldados, que rápidamente excavaron trincheras y colocaron en posición las piezas de artillería, con las que dispararon contra los ronin y piratas.
Cogido de improviso, Tai Fusa intentó negociar un acuerdo pidiendo oro a cambio de su retirada, pero los españoles no quisieron saber nada y rechazaron todas las propuestas.
A pesar de las bajas sufridas, los japoneses seguían estando en franca superioridad numérica (600 contra 40) por lo que Tai Fusa mandó atacar.
Con las espadas desenvainadas los ronin se lanzaron al asalto, convencidos de arrasar las exiguas filas de los españoles, pero no se habían dado cuenta de que estaban ante uno de los mejores destacamentos militares que existian: el tercio, una formación extremadamente compacta, armada con largas lanzas y mosquetes e integrada por veteranos de mil batallas.
Todos los asaltos fueron rechazados y cuando los españoles vieron exhausto al enemigo contraatacaron obligándolo a huir definitivamente.
De este episodio, la
historia tradicional japonesa cuenta que sus guerreros fueron
derrotados por unos demonios, mitad peces mitad lagartos, llegados en
unos grandes y extraños barcos negros.
Estas criaturas salían como
bárbaros de la mar y atacarles tanto en tierra como en mar era un asunto
peligroso y casi suicida.
Desde entonces los samuráis llamaron a los infantes de marina españoles «wo-cou» (peces-lagarto) , en reconocimiento a la audacia con la que habían luchado y vencido en los Combates de Cagayán.
Estas batallas suponen la única evidencia histórica de
un enfrentamiento armado entre europeos y samuráis. No tienen nada que ver con Rokugán pero me pareció digo de mención en el tag Asia.
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