Sokushinbutsu

La automomificación budista en vida o Sokushinbutsu, practicada mayoritariamente en la prefectura de Yamagata por los ascetas del shugendo, es una faceta muy desconocida de Japón.
 
La automomificación en vida o «Sokushinbutsu» es una antigua práctica ya prohibida y en desuso que muestra una cara oculta y muy desconocida de Japón.
Aunque resulta repulsiva para muchos occidentales, tras de ella se esconde una fe muy profunda en el más allá y en la trascendencia del alma.
 
El término japonés Sokushinbutsu (即身仏), que es como se denomina a esta práctica, se traduce literalmente como «llegar a ser un Buda en vida» o «Buda viviente».
Esta práctica procede de los orígenes del budismo Shingon.
 
La no-muerte de Kōbō Daishi
 
Kūkai (空海), el famoso monje, erudito, poeta y artista japonés, creador de los silabarios japoneses kana y fundador del budismo Shingon, y más conocido tras su muerte como Kōbō Daishi (弘法大師), vivió entre los años 774 y 835 de nuestra era.
 
Pero según las creencias de la escuela Shingon de budismo esotérico japonés, Kūkai no llegó a morir realmente.
Según se afirma en una biografía de Kūkai aparecida en el siglo XI, en el año 835 el monje no murió realmente, sino que se arrastró hasta su tumba y entró en un estado conocido como nyūjō (入場), un estado de meditación tan profunda que, aunque inerte, realmente sigue vivo.

De hecho, según esa misma biografía, Kūkai descansa en un mausoleo llamado Kōbō Daishi Gobyō situado en lo más profundo del cementerio Okunoin en la cima del Monte Koya o Koyasan.
Se dice que saldrá de ese estado tras algo más de cinco millones de años para conducir a un número determinado de almas al nirvana.
Varios siglos de intentos fallidos.
 
Durante años se han realizado diversas investigaciones de universidades de prestigio, tanto japonesas como de otros países.
Según parece, a mediados del período Heian, a partir del año 1081, numerosos monjes budistas ascetas de las montañas, especialmente de Yamagata y Niigata, pertenecientes a la secta Shingon, decidieron emular a Kōbō Daishi.
 

Para ello llevaron a cabo una práctica de automomificación en vida llamada Sokushinbutsu, basada en un casi absoluto ayuno voluntario y la meditación profunda.
Estos monjes, practicantes del Shugendō, se momificaban a sí mismos en vida porque creían que su no-muerte era un acto de salvación para toda la humanidad.
Así era su pasión por la pureza, la trascendencia y la vida después de la muerte.

Entre los años 1081 y 1903 se sabe que al menos 16 monjes en Japón consiguieron momificarse a sí mismos.

Comienza la técnica
 
El primer intento de automomificación en vida (Sokushinbutsu) del que se tiene constancia escrita tuvo lugar en el año 1081, cuando un hombre llamado Shōjin, intentando emular a Kōbō Daishi, quiso llegar al estado de nyūjō enterrándose vivo.
 
Pero su intento no tuvo éxito ya que, cuando los discípulos de Shōjin fueron a recuperar su cuerpo, ya había comenzado a descomponerse. 
 
Tuvieron que transcurrir casi dos siglos en los que se produjeron más de cien intentos similares, mejorando poco a poco la técnica de la automomificación.
Y es que el clima japonés, a diferencia de otros lugares como Egipto o Perú (donde se encuentran las famosas momias paracas), no es el más adecuado para completar con éxito este proceso, pues el clima es húmedo y los veranos calurosos.
 
La técnica de momificación en vida
 
Vamos a ver ahora los detalles del proceso de auto-momificación o momificación en vida.
La manera en la que algunos monjes conseguían convertirse en momias a través del ayuno en Japón es realmente fascinante.
La práctica de automomificación en vida se practicó en varios monasterios esotéricos budistas y taoistas de algunos países como Mongolia o Tailandia pero tuvo especial arraigo en Japón desde el siglo XV.
 
El Cielo Tushita
 
La creencia Shingon afirma que el sufrimiento que vivían los monjes en proceso de automomificación sokushibutsu antes de la muerte les permitía ir al Cielo Tushita, uno de los cielos del budismo.
 
Pero, puesto que allí se mora en espíritu, es necesario que el cuerpo físico se mantenga en perfecto estado de conservación. De ahí la importancia de la momificación.
 
En el Cielo Tushita se disfruta de una vida extremadamente larga (millones de años) y, gracias a su cercanía con el mundo de los vivos, se pueden conceder deseos a los vivos y protegerlos antes de entrar de nuevo en el ciclo de la reencarnación.
 
Por ese motivo, los casos de automomificación se produjeron en épocas de hambrunas debidas a malas cosechas o cuando la región se vio azotada por alguna epidemia (ver el caso del monje Testumonkai del templo Churenji).
 
La dieta mokujikigyō
 
Finalmente, tras décadas de intentos fallidos, un grupo de monjes budistas de la secta Shingon perfeccionaron una forma de momificarse a través de un riguroso entrenamiento ascético de al menos tres años antes de la muerte.
 
Dicho entrenamiento consistía en una estricta dieta llamada mokujikigyō (木食行, literalmente «la disciplina de comer árboles«), que ya se practicaba, con algunas pequeñas diferencias, en el shugendō de los monjes yamabushi del norte de Japón.
 
La dieta mokujikigyō consiste en la limitación de comer, durante mil días, solo aquellos alimentos no animales que pueden encontrarse en las montañas.
Aunque lo habitual suelen ser raíces, brotes germinados y frutos secos, se sabe que en ocasiones se ha llegado a ingerir incluso cortezas de los árboles y espinas de los pinos.
Según el shugendō, el tiempo no dedicado a encontrar comida en las montañas se dedicaba a meditación.
 
Esta dieta dotaba al yamabushi de mayor fortaleza espiritual, aunque también le permitía quemar la mayor parte de la grasa corporal.
De ese modo reducía enormemente también la masa muscular y se deshidrataba extraordinariamente, pero manteniendo en el cuerpo la flora intestinal.
Poco a poco la piel se pegaba más a los huesos y el cuerpo se convertía en un cadáver viviente.

Tras finalizar los mil días con esta dieta, los practicantes ya se consideraban preparados espiritualmente para entrar en el estado de meditación nyūjō.
 
No obstante, la mayoría de los monjes que actualmente se conservan momificados llegaron a permanecer con esta dieta incluso dos mil y hasta tres mil días.
A partir de ese momento dejaban de comer totalmente y solo ingerían una limitada cantidad de agua salinizada durante cien días mientras meditaban sobre la salvación de la humanidad mientras esperaban el momento de la muerte.
 
La infusión urushi
 
Se cree que algunos de los monjes que llegaron a automomificarse bebieron no solo agua salinizada sino también una infusión de corteza de un arbusto llamado Toxicodendron verniculum.
Es la misma sustancia utilizada para los famosos lacados japoneses urushi.
La corteza de este arbusto contiene una sustancia venenosa al tacto hasta que se seca, por lo que solo podían usarla los artesanos expertos.
 
De ser cierto que bebían ese brebaje, la infusión urushi habría acelerado la muerte dejando el cuerpo aún más preparado para evitar la proliferación de bacterias que provocaran su descomposición.
Además, la infusión urushi provocaba vómitos haciendo que el cuerpo se deshidratara.
 
El manantial del monte Yudono
 
Parece ser que los monjes de la prefectura de Yamagata registraron un mayor número de casos de éxito en comparación con los monjes de otras prefecturas.
Sobre todo aquellos que bebieron agua del manantial sagrado del monte Yudono durante el proceso de momificación.
Investigaciones recientes descubrieron que el agua de ese manantial presenta niveles de concentración de arsénico casi mortales.
 
El arsénico es un potente veneno que permanece en el cuerpo tras la muerte y que impide la proliferación de bacterias necrófagas, al igual que la infusión urushi.
 
La campanilla que no suena
 
El momento más siniestro del proceso comenzaba cuando el monje en proceso de momificación en vida sentía que la muerte se acercaba.
 
En ese momento avisaba a otros monjes, que le colocaban en posición de loto dentro de una caja de pino en la que ponían una caña de bambú que atravesaba la tapa para que el monje pudiera respirar.
Después enterraban vivo al monje situando dicha caja a tres metros de profundidad, en una cámara de piedra construida bajo tierra y que rellenaban con carbón.
Supuestamente el monje dedicaba sus últimas hora o días a meditar y entonar sutras mientras tocaba regularmente una campanilla para indicar que aún seguía vivo.
 
Cuando el resto de monjes dejaban de escuchar la campanilla preguntaban al devoto si aún seguía vivo.
Si no escuchaban respuesta, abrían la tumba para confirmar su muerte.
Inmediatamente retiraban la caña de bambú y volvían a enterrarlo sellando la tumba.
 
Tras otros mil días, volvía a desenterrarse el cuerpo para comprobar que no presentara síntomas de putrefacción.
Si el cuerpo se encontraba en perfecto estado, se le declaraba verdadero Sokushinbutsu y se consagraba en un lugar del templo para ser adorado como un Buda viviente.
 

En el caso de que estuviera pudriéndose, se celebraba un ritual especial en homenaje al monje por sus extraordinarios esfuerzos y se le enterraba finalmente.

Prohibición de momificarse en vida
 
Durante siglos las religiones budista y sintoista (la religión originaria de Japón) convivieron y se mezclaron en lo que se conoce como sincretismo religioso.
 
Al comienzo de la restauración Meiji, en 1868, se declaró al budismo una religión separada del sintoismo.
En ese momento el shugendō comenzó a censurarse, pues era considerado una superstición que chocaba con los modernos valores occidentales que el emperador quería introducir en Japón.
 
Por ello el emperador Meiji decidió prohibir la automomificación aprobando una ley que incluso prohibía abrir las tumbas de aquellos monjes que se encontraran en pleno proceso.
 
 

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