Los shugosha Dragón

Recluido en sus montañas, el Dragón es el más místico de todos los clanes que forman parte del Imperio. Centrados en alcanzar la iluminación por un camino distinto al del resto de órdenes monacales que existen en Rokugan, son muchos los que buscan la sabiduría dentro de este clan, que acoge por igual a samuráis y monjes, haciéndolo distinto al resto de clanes.
 
Los Togashi, monjes seguidores y estudiosos del Kami Togashi, son tanto una familia del Dragón como una orden de monjes tatuados que siempre han dirigido al clan. 
Siempre enigmáticos y distantes, han elegido el camino del primer Dragón y a través de sus tatuajes obtienen poderes que maravillan y hacen desconfiar al resto de rokuganeses.
 

De entre ellos destacan los que practican el  sokushinhotoke ("llegar a ser un alma iluminada"), llegando a momificar sus cuerpos mientras –según su creencia– siguen vivos en un letargo milenario, en el que su espíritu viaja al Yomi y continúa velando por el Imperio convertidos en shugosha ("guía protector") hasta que despierten de su letargo.

El sokushinhotoke
 
Dicho entrenamiento consiste en una estricta dieta llamada mokujikigyō ("disciplina de comer árboles"), que consiste en la limitación de comer, durante mil días, solo aquellos alimentos no animales que pueden encontrarse en las montañas.
 
Aunque lo habitual suelen ser raíces, brotes germinados y frutos secos, se sabe que en ocasiones se ha llegado a ingerir incluso cortezas de los árboles y espinas de los pinos.
Poco a poco la piel se pega más a los huesos y el cuerpo se convierte en un cadáver viviente.
Tras finalizar los mil días con esta dieta, los practicantes ya se consideran preparados espiritualmente para entrar en el estado de meditación nyūjō ("entrada" –al Yomi en este caso–).

A partir de ese momento dejan de comer totalmente y solo ingieren una limitada cantidad de agua salinizada durante cien días mientras meditan esperando el momento de la muerte.
 
Algunos de monjes beben también una infusión de corteza de un arbusto del que también se sacan los lacados urushi.
La corteza de este arbusto contiene una sustancia venenosa al tacto hasta que se seca, por lo que solo pueden usarla los artesanos expertos.
 
La infusión urushi acelera la muerte, provoca vómitos haciendo que el cuerpo se deshidrate, y deja el cuerpo más preparado para conservarse.

El momento más siniestro del proceso comienza cuando el monje en proceso de momificación siente que la muerte se acerca.
 
En ese momento avisa a otros monjes, que le colocan en posición de loto dentro de una caja de pino en la que ponen una caña de bambú que atraviesa la tapa para que el monje pudiera respirar.
Después entierran vivo al monje situando dicha caja a tres metros de profundidad, en una cámara de piedra construida bajo tierra y que rellenaban con carbón.
El monje dedica sus últimas horas o días a meditar y entonar sutras mientras toca regularmente una campanilla para indicar que aún vive.
 
Cuando el resto de monjes dejan de escuchar la campanilla preguntan al devoto si aún vive.
Si no escuchan respuesta, abren la tumba para confirmar su muerte, retiran la caña de bambú y vuelven a enterrarlo sellando la tumba.
 
Tras otros mil días, vuelve a desenterrarse el cuerpo para comprobar que no presenta putrefacción.
Si el cuerpo se encuentra en perfecto estado, se le reconoce sokushinhotoke y es adorado como shugosha.
 

En el caso de que esté pudriéndose, se celebra un ritual especial en homenaje al monje por sus extraordinarios esfuerzos y se le entierra finalmente.

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