Prostitución

Los barrios rojos, o distritos del placer son lugares que "no existen" a los ojos de la sociedad, están al otro lado del On, "la fachada de respetabilidad". Son un lugar donde nadie va pero que siempre está lleno, parte de esta cultura Rokuganí de lo correcto, lo incorrecto, lo que se expone y lo que no.

El nombre viene por los farolillos rojos y el rojo usado tanto en la decoración como en esos enrejados que enseñan la mercancía en los yukakus (prostíbulos). 

El barrio rojo contiene tanto yukakus, como halcones nocturnos (prostitutas independientes), artistas variados, ochayas (casas de té), de oirán, fumaderos y otras formas de pasar el tiempo y gastar kokus. 

Se debe entender que los yukaku son también usados para reuniones y que la ostentación en estos y el nivel de sus mujeres es parte del poderío que se quería muestra en estos eventos, pues hasta cierto punto son establecimientos sociales para solteros. 

Prostitutas

Entre las yuujos (prostitutas) hay tipos, no todas son iguales. Están las hashi o prostitutas de baja ralea, por encima están las yotaka ("halconas nocturnas", que se prostituyen solas sin casa ni proxeneta, usualmente en caminos o esquinas), por encima están las prostitutas de yukakus, que se dividen en heyamochi ("propietaria de la habitación") o zashikimochi ("dueña del piso"), y finalmente están las oiran, que pueden ejercer individualmente o en sus propias casas de té.

Prostitutos

Los Kagema son los hombres prostitutos. Igual que hay yukakus para encontrar mujeres, hay Kagema Chaya, las casas donde habitan los Kagema.
Al contrario que las Yuujos no tienen clases dentro de sí. 

Los Kagema son bastante caros así que no todo el mundo tiene acceso a ellos.
Las mujeres que son clientas tienen buena posición y en su mayoría son ooku, (familia o harén de kuge, que no pueden casarse con otros y permanecen como consortes no oficiales).

Las ooku acuden a ver kabuki u otros espectáculos y luego pasan por los Kagema Chaya.

Oiran

Las oiran son la élite dentro de este mundo. Mujeres entrenadas en las artes, saben tocar instrumentos, cantar, bailar, leer poesía y recitarla, saben de política, son mordaces si es necesario... Son parecidas a las geishas pero más dedicadas a los servicios sexuales que a las artes.

Las oiran solían tener una kamuro, una discípula y sirvienta, una niña que ellas elegían desde los diez años y a las que iba enseñando toda clase de conocimientos como a una maiko (aprendiza de geisha): ceremonia del té, tocar instrumentos, cantar, bailar... para prepararla para el futuro y que cuando esta fuera la oiran y esta fuese anciana la cuidase. 
Cuando esas niñas llegan a la adolescencia pasan a ser denominadas shinzou.

Las Oiran llevan unos trajes muy vistosos. Esta vistosidad es parte de su encanto y de su seña. Eso, y que igual que las mujeres de las yukaku, el obi esta atado delante por motivos obvios de trabajo.


Dentro de las oiran encontramos en primer lugar a las umecha, oiran que atienden a burgueses adinerados. Por encima de ellas están las sancha, que atienden a samuráis. 

Las oiran son caras y dan tanto prestigio que muchas veces el acudir a ellas o llevarlas a una reunión es para demostrar poder y posición no sólo por sexo.

Para contratar los servicios de una de estas cortesanas, el cliente primero debe gastar mucho dinero en la casa de té para demostrar que es digno de la oiran. Después, se le da el permiso de visitarla. 
Pero esto no acaba así, pues antes de consumar el acto sexual, se encuentra con la oiran tres veces. 
La primera vez, la oiran simplemente se sienta a una prudente distancia de él, no habla, no bebe, ni interactúa con él. Solamente juzga y decide si es digno de sus servicios. El cliente tiene que alardear de su riqueza junto a otras yuujo (oiran de rango bajo, aprendizas) delante de ella. 
La segunda vez, se hace lo mismo, solo que la oiran se sienta un poco más cerca del cliente, quien tiene que enseñar su poder y dinero de nuevo. Y por último, la tercera vez que se encuentran, la oiran hace su trabajo. 

Sin embargo muchas oiran son esclavas tras las apariencias. La mayoría proviene de familias de campesinos pobres, que acosados por la miseria, venden a sus hijas pequeñas, de 9 o 10 años a una casa de oiran, o a una oiran concreta (que pagan mucho mejor que un yukaku cualquiera) 
a cambio de una gran suma de kokus. 
La niña se convierte en aprendiz (kamuro) y recibe formación, caros kimonos, peinados, maquillaje, etc, y su manutención. 
Sin embargo, las pobres kamuro adquieren una colosal deuda, y deben trabajar duramente hasta pagarla. Al ingresar definitivamente en su prostíbulo, firman un contrato que les impide salir del barrio rojo hasta que la deuda se pague. Si por lo que fuera son expulsadas del burdel, se convierten en hashi, prostitutas callejeras de la más baja estofa.

Ōokus

Centrándonos en las ōoku, el ōoku (“gran interior”) es en muchos castillos una gran estancia separada del resto del castillo por un pasillo, habitualmente cerrado. 
Las mujeres relacionadas con el señor residen tradicionalmente aquí (su madre, su esposa, hermanas solteras, y las criadas de estas) aunque son libres de hacer su vida independiente en el castillo abandonando la tradición si el señor lo permite. 
En castillos de kuges que poseen un harén de mujeres, el harén también convive en el ōoku junto a la esposa. De ahí que ōoku también signifique "mujer del harén" o "harén".

En estos casos en que el ōoku guarda el harén del señor (y también a veces en otros casos) la entrada de hombres a este recinto está completamente prohibida a no ser que vayan acompañados por el mismísimo señor en persona, llegada que se anuncia con campanillas desde el pasillo, por lo que el pasillo que lleva al ōoku es llamado o-suzu-rōka, “pasillo de las campanas” incluso si no se practica está guardia celosa. 

Oiran y Geishas

Las tayu son las geishas más selectas. Como las geishas no son prostitutas, las Tayu no debieran figurar aquí más que por su equivalencia a las Oiran, pero en algunas ciudades las Oirán han comenzado a hacerse llamar Tayus, ya que según ellas saben hacer lo mismo o más, y en algunos lugares los términos tayu y oiran se han entremezclado

Hay claras diferencias entre una oiran y una geisha, no solo en apariencia, sino también en los servicios. Aunque las dos cultivan el arte de la danza, la música, la caligrafía y la conversación entre otras artes, las oiran son prostitutas de lujo, mientras que las geishas es puramente entretenimiento. 
Dentro del cometido de la geisha puede producirse el flirteo o el coqueteo con los hombres, así como juegos de insinuaciones, sin embargo, los clientes saben que no pueden esperar nada más allá. 
Sin embargo el propósito de una oiran es justo el contrario proporcionar placer sexual, acompañado con entretenimientos como recitar versos, tocar instrumentos musicales, o mediante la conversación. 

Físicamente se distingue a una oiran de una geisha por distintos detalles en su indumentaria: 

La forma más fácil de distinguirlas es mediante el obi o cinturón. Las oiran anudan sus obis al frente mientras que las geishas lo hacen a la espalda. 
Después, el kimono de una oiran siempre es de colores más llamativos que el de una geisha. 
Las getas de las oiran son de una altura muy superior a las usadas por las geishas. 
El maquillaje de una oiran se diferenciaba del de una geisha en los labios, donde la geisha se pinta los dos labios y una oiran solo el labio inferior. Además la oiran se pinta el cuello con tres rayas blancas, en vez de con dos como lo hacen las geishas. 
El recogido de una oiran en la parte trasera de la cabeza es más exagerado que el de las geishas en la curva y en los laterales. 
Por último, la oiran no usan tabi o calcetines.

Respecto a sus aprendices, oiran y geishas comparten el mizuage, la ceremonia en la que una aprendiz se introduce al oficio para el cual se ha preparado.
Para las oiran el mizuage de una kamuro consiste en subastar su virginidad al mejor postor, mientras que el mizuage de una maiko es un pequeño ritual donde cambia su peinado, su vestimenta, y toma un nuevo nombre. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pues para eso no juegues